El fondo del problema está en nosotros y es el miedo que tenemos dentro de nosotros mismos

Una oleada de insatisfacción recorre los aeropuertos ante el avance de la precariedad y la eventualidad. Paralelamente y sin que sirva de consuelo, movimientos y protestas a nivel internacional recorren calles y universidades. Algo se mueve.

Lo que otrora fueran uno de los sectores más emblemáticos de la industria de este país y uno de los sectores más reconocidos, se ha convertido en un agujero poco esperanzador por el deterioro en las condiciones laborales desde que la Comunidad Económica Europea forzó la entrada de los operadores de handling para abrir la competencia y así, según dictaron, favorecer una bajada de precios en el transporte aéreo. Nos golpearon de muerte.

La competencia, que según dicen, es el motor del desarrollo sostenible y equilibrado porque ajusta precios/salarios, oferta/demanda, se ha convertido en nuestra espada de Damocles. Pero no, no es ese el verdadero problema. El problema es, y sigue siendo, un sistema que no nos representa, que no escucha y que nos golpea.

Lo hemos visto recientemente con la firma del IV Convenio del Sector del Handling. Sigue dejando muchas lagunas abiertas, interpretables y poco fiables para los trabajadores, sigue dejando enormes brechas por donde se escabullirán las empresas y que nos obligarán a seguir judicializando las relaciones laborales porque en el fondo, nadie se enfrenta a quien le da de comer, nadie se enfrenta ante el que le permite seguir alejado de sus puestos de trabajo mientras firman convenios y condiciones inasumibles.

Lo hemos visto en las recientes elecciones sindicales celebradas en Iberia el pasado 29 de octubre. Un fraude masivo del voto por correo. Trabajadores que no solicitaron el voto y que votaron, dobles votaciones, sobres escritos a mano con la mima letra, el mismo formato en la fotocopia del DNI. No se cortan un pelo. Y lo hacen porque el sistema se lo permite, las empresas se lo permiten.  

Pero hay más. Ver como los delegados de ciertos sindicatos autollamados de “clase” cogían las papeletas y se las daban a los trabajadores que se dirigían a las urnas, contemplar cómo se metían con ellos para elegir la papeleta, o cómo les prometían que si se afiliaban y les votaban, les harían fijos. Vergonzoso en una democracia europea del siglo XXI. O eso dicen.

Pero como dice Eduardo Galeano, el fondo del problema está en nosotros y es el miedo que tenemos dentro de nosotros mismos. Es ese miedo que amenaza y que te impide dar la cara y alejarte de esas estructuras de poder bien organizadas que te chantajean con expulsarte del sindicato si te desafilias, que te amenazan con pasarte la minuta de la demanda si te desafilias, que te amenazan con dejar de conducir una “jardinera”, un “push-back” si te desafilias y un largo etc. que todos conocemos.

Pero hay esperanza. El mundo y su historia nos han demostrado que el ser humano un día se levanta y dice basta. Hay espacio para la ilusión. Mientras ellos celebran estos días su victoria electoral, la firma del convenio sectorial y se regocijan de sus mayorías en sus aposentos alejados de los aeropuertos, los trabajadores seguimos organizándonos para cuando llegue nuestro momento.

CESHA es eso. Esperanza e ilusión. Es la llave, es el sindicato que necesitamos los trabajadores de aeropuertos y del sector de handling para darnos la legitimidad de representar al conjunto de los trabajadores, porque lo que aquí está fallando es el sistema de representación que sigue en manos de sindicatos atrapados en su propia burocracia, alejados de los problemas reales de la gente y vinculados, muy vinculados a estructuras de poder que nos ahogan y golpean.

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