¿Usan el cerebro los sindicalistas? Seguro que sí pero no como nos convendría. La intelectualidad viene precedida de la lectura, el pensamiento, la estructuración de la idea y su maduración. Es un proceso de reflexión que requiere tiempo y discusión. En cambio, la toma de decisiones en el sindicalismo tiene otras diatribas, otros parámetros que no nos aportan rigor, ni mejoras en nuestra vida como trabajadores.
En épocas de bonanza económica el papel, el rol de los sindicalistas es fácil y sencilla pero cuando vivimos épocas como la actual, se requiere valentía, voluntad y sobre todo diagnóstico.
Esperamos claridad en el análisis de las situaciones y, a ser posible, conocimiento suficiente para indicar soluciones correctas frente a los diversos problemas que se plantean.
Porque han sido elegidos para llevarnos a buen puerto y bajo el compromiso de llevar a cabo determinadas acciones en favor de los trabajadores, en favor de todos.
La condición de no generar o no agravar los conflictos es fundamental para quien ejerce con tanta responsabilidad este cargo. Generar expectativas y acudir a unas elecciones con un programa para luego no cumplirlo, es una provocación. Decirle a un trabajador eventual que si “me votas y te afilias” te haré fijo es una calumnia. De aquí que el delegado sindical ocupe realmente una posición contradictoria entre el discurso y la acción posible, y se vea abocado casi siempre a provocar decepción: no cumplir lo prometido, o, hacerlo con tantas concesiones que provoca desilusión y enfado.
Y así estamos los trabajadores de handling en los aeropuertos. Inmersos en una lucha continua de promesas de mejoras, con subrogaciones que diezman nuestros derechos, con promesas de demandas que no llegan mientras el verano avanza imparable ahogándonos en jornadas interminables de trabajo, haciendo miles de horas extras, con contratos basura a eventuales por dos horas semanales y que acaban haciendo muchas más.
Porque estamos asistiendo a la descomposición acelerada de un sector, producto no sólo de las circunstancias actuales, sino también de los movimientos generados por la globalización con su espiral de acumulación de la riqueza en pocas manos y el crecimiento de las desigualdades. Aquí, en este punto, legitimados por fuerzas sindicales que admiten y formalizan las dobles escalas salariales y el mal uso de los contratos eventuales, todos en fraude de ley.
No se trata sólo de ser críticos ante lo que ocurre sino de formalizar un discurso para utilizar todos los recursos disponibles para enfrentarnos a una etapa extremadamente tóxica, que ha tendido a debilitar y anular a todos los actores sociales que podían enfrentarse a ella, comenzando por los sindicatos.
Es urgente y necesario hilar un nuevo discurso, fijar nuevas metas y diseñar nuevas estrategias para combatir el estado actual de nuestro sector. De no ser así, prevalece el miedo y la reafirmación de las estructuras actuales de poder y decisión que acabará por precarizarlo todavía más.
El papel de los líderes, de los intelectuales en nuestro sector, nos parece importante. Son indispensables, aunque no suficiente porque cada uno de nosotros debe jugar su papel acorde con la época que estamos viviendo.